lunes, 9 de agosto de 2010

La comunión

Comunión. Pensar. Actuar. Estar.
Una estrella brilla, dos son más. Quisiera. Deseo. Buscar. Una mirada sospechosa inspira que algo anda mal.
Será el sonido de la nada tictar como un reloj. Será el ruido de los pasos de quien marcha en comunión.
Fagocitante, desgarrador. Unión, permisión. Políticamente incorrecto, siempre quiso un alma vestida de espejo para mirarse y mirarse, para encontrar los detalles de la propia perfección en alguien mas. Su belleza sería universalizable. Sería la encarnación de lo divino, la real verdadera realidad. ¿Qué mas cierto que un alma gemela disfrazada como en un cuento a obra y medida de sus anhelos?.
Quiso, eso es lo que pasó, quiso encontrarsela en la calle, en un curso de gñana yoga, en la carnicería de Pichincha, no le importaba cómo conocerla, sólo quería, locamente quería, por que todo sueño que carece de mentira y desborda de expectativas es algo insano, más allá de toda sensatez reflexiva.
No le importaba tampoco si ella, piel de su piel, acuarela de su pintura, arte pura de su pincel, se descubriría de repente detrás de algún estudiante incípido en un aula de la facultad mirando hacia el pizarrón inutilizado aburrida como él en sus mejores años; o si aparecería de repente al doblar la esquina de Jujuy y Carlos Calvo (mano de los autos) asaltando como el más cruel ladrón su desprevenida atención besándolo de la nada, para siempre.
Tan cierto sería que la imaginación cumplía su tarea rígidamente noche tras noche, pues sólo era una cuestión de suerte, de tiempo que pasa, hasta que se cruzen las vías de estos dos trenes.
Su belleza sería universalizable, en un mundo total. Quiso, eso es lo que pasó, porque soñar con el dulce jugo de la naranja entera es totalmente gratuito, pero condena. Por eso, este transeúnte de cuentos soñó y soñó con la religiosa convicción en la redención útopica de su esperanza. Toda fé fué invadida en su corazón. La figura, moldeada y reconstruida a su macabra convicción, no sufría los tormentos inherentes a cada operación. Todo centro era el vértice de un potencial encuentro, y su pecho se desequilibró. Vagó como las sombras, al costado del camino, acariciando su preciosa evidencia, la exactitud de las cuentas del previsor de todo destino.
Vivir. Esperar. Curso maldito de los hechos. Moneda que cae de lado incorrecto. Gritó con todo, a la tierra y al cielo, a cuanto santo y caballo del porvenir se pasee por lo eterno. Lloró por dentro. En cuanto a su otro yo evidente y causal, hermosamente irreal, cada noche más exelsa, mas modesta, comenzó en espiral a ser odiada sin razón, o con todas las razones del mundo: ¡No pertenecer a él!
Su sangre, río de ilusión desbordado, hirvió cada gota con ira y repulsión, era soñada con asco.
En un segundo, se resuelve la ecuación.
Próximante, cuando él me cuente qué ocurrió con su comunión.

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